dijous, 8 de gener del 2015

El fantasma del armario

Una alumna de 1ºESO ha escrito el relato que copio a medias a continuación. El misterio del relato se encuentra en la segunda parte así que... ¡descubrid quién es su autora si queréis saber cómo acaba y quién es el fantasma del armario!


Llovía, llovía mucho. Caían rayos en las montañas. De fondo la sirena de una ambulancia que corría con la intención de llegar a salvar a alguna persona. Desde la ventana solo se veía la lluvia que creaba un manto de agua sobre los coches que pasaban por la calle. Era 19 de octubre.


Clara estaba muy aburrida, llevaba horas viendo la lluvia caer, ahí sin hacer nada. Por la mañana había jugado un partido de fútbol contra unas niñas, luego se había tomado ese potaje que doña Margarita preparaba todos los domingos. Los fines de semana en el internado eran muy, muy aburridos. Algunos niños se iban porque sus padres los recogían. Clara no tenía padres, no los llegó a conocer, sí tenía una tía rica que le pagaba el internado. La lluvia seguía igual, sin cesar. De repente, oyó la campana de la cena. Se levantó, se puso el abrigo y salió al patio, lo cruzó lo más rápido que pudo pero al llegar al otro lado parecía que se hubiera dado una ducha fría. Colgó el abrigo en el perchero y entró en el comedor, en ese asqueroso comedor. ¡Cuánto odiaba ese comedor! Siempre lleno de críos gritando, peleándose por conseguir el plato más grande. Sucio y pegajoso, con las paredes llenas de cuadros de los "ilustres directores" del centro.


Se sentó en una mesa ella sola y allí se quedó hasta que doña Margarita le dio un plato con una supuesta tortilla que más bien parecía un vómito de huevo. No se la comió, nunca comía nada, de ahí su delgadez.


Clara era alta y delgada, tenía el pelo negro y rizado con un flequillo que escondía unos ojos azules como el hielo. Lo más sorprendente era su amplia sonrisa con dientes blanquísimos. Tenía la piel blanca, muy clara para las horas que pasaba corriendo por el patio todos los días. Era de las mayores del internado, tenía 16 años pero parecía mayor. Era simpática y amable pero cuando se enfadaba más valía no estar cerca. Era muy guapa y le caía bien a todo el mundo, sobre todo a Erik y Eva. Erik y Eva eran los mejores amigos de Clara. Erik tenía un año más pero había repetido curso. Era alto y gracioso. Eva era muy dulce pero a la vez muy sensible.


Mientras Clara esperaba poder volver a su habitación apareció Erik.
-¿Dónde está Eva? - preguntó ella.
- Se ha ido directo a la cama, se encontraba muy mal.
- Pobre...
- Oye, ¿te vas a tomar la tortilla o lo que sea eso?
- No. Para ti, me voy a ver a Eva.
- Adiós, Clara.


Clara se volvió a poner el abrigo y al abrir la puerta, para su sorpresa, había parado de llover, pero hacía mucho frío y en menos de un minuto volvía a estar en su habitación.
- ¿Eva?
- ¿Clara?
- ¿Cómo estás? Me ha dicho tu hermano que te encontrabas mal.
- Sí, creo que tengo algo de fiebre.


Le puso una mano en la frente. ¡Le ardía! Se acercó a la pila, cogió un paño y lo mojó con agua fría, se la puso en la frente y se sentó junto a ella en la cama.
-¿Qué tal te ha ido el día, Eva?
- Mal, como siempre. Mi hermano dice que tenemos que ir todos los fines de semana a la mina para pagarnos una buena escuela.
- Bueno, así es la vida...


Clara abrazó a Eva y se preparó para irse a la cama. Puso alguna manta más en la cama y se tumbó.
- ¿Clara?
- ¿Qué? Intenta dormir.
- Me encuentro mal.
- Vuélvete a acostar.
- Me encuentro mal.
- Estás pálida. ¿Aun tienes fiebre?
- Me encuen...


Eva se desplomó en el suelo.
Al día siguiente se celebró el entierro. Clara solo recuerda a Erik llorando diciendo que la culpa era suya.


Hace un año de la muerte de Eva. El día era igual: un domingo de partido de fútbol, potaje, lluvia y tortilla. Otra vez en el comedor...