La ganadora de esta semana ha sido Irene Altamirano, con un estupendo arranque para nuestra historia que, a pesar de ser largo, nos ha mantenido a tod@s en vilo hasta el final. Buen trabajo, Irene. ¡Enhorabuena también a los demás concursantes porque todas las historias han sido muy buenas!
Haizea
Todo
empezó el día que decidí ir a comprar el pan a una panadería nueva y muy
vistosa que acababa de abrir en mi barrio.
Iba
paseando tranquilamente, como hacía de costumbre todas las tardes. Fui a mirar
la hora en mi móvil cuando me di cuenta de que no lo llevaba. Suspiré y me
acerqué a un señor que iba caminando con algo de prisa. “Perdone, señor, ¿me
puede decir la hora?”, le dije colocándome a su lado. Él, simplemente, pasó de
mí, no me dirigió ni una simple mirada. “¡Qué modales!”, solté hablándome a mí
mismo.
Seguí
paseando por las calles cuando me di cuenta de que donde antes estaba situada
una tienda de ropa –no muy exitosa, por cierto- había una panadería con las
puertas abiertas de par en par y con un gran cartel que ponía en mayúsculas “INAUGURACIÓN”.
La fachada era toda con cristaleras, por lo que se veía por dentro que era
bastante grande y con el espacio bien distribuido. También se veían
entretenimientos como una televisión o incluso recreativas. Me llamó mucho la
atención, así que decidí acercarme a comprar alguna cosa que se me antojara.
Cuando
estaba entrado, justo salía un grupo enorme de señoras que, si no me llego a
apartar a tiempo, me llevan por delante. “Wow, ¿pero qué le pasa a todo el
mundo conmigo hoy?”, pensé.
Después
de la estampida, quedaron dos personas dentro. El primero, y al que estaba
atendiendo el panadero del mostrador, era un chico moreno y alto, aunque puede
que eso de alto no tanto, ya que llevaba una gorra que parecía que le levitaba
encima de la cabeza. Aparte de la gorra –de los Yankees, por cierto- llevaba
una camiseta de baloncesto y unos pantalones que parecía que en cualquier
momento se le iban a ir al suelo. Detrás de este, había una señora que parecía
tener 60 años. Tenía la cara arrugada y llevaba un vestido con unas sandalias.
“¿Quién es el último?” pregunté acercándome hacia la señora. Me ignoraron
completamente. “¿Por qué nadie me hace caso?” pensé en voz alta. Ni me miraron.
Ignoré el hecho de que no me hacían caso y simplemente me quedé detrás de la señora
a esperar a que fuera mi turno.
Después
de un buen rato, por fin me tocaba a mí. “Buenos días, ¿me da un par de
ensaimadas?” dije con brillo en los ojos, tenían muy buena pinta. “¡Siguiente!”
dijo el chico que estaba atendiendo. Me giré y vi a una chica no muy alta, con
el pelo pelirrojo natural y muy rizado, ojos azules bastante grandes y vestida
con lo que parecía un pijama. Tenía cara de cansada. “Perdone, señor, pero va
él delante de mí”, dijo ella refiriéndose a mí. “¿Qué dices, niña? Aquí dentro
solo estamos tú y yo” le contestó él, algo extrañado. Le intenté tocar el
hombro a esa chica. La atravesé. Mi cara en ese instante fue un cuadro, aunque
la suya era aun peor. Mientras, el dependiente miraba a la chica con una mueca.
“¿Tú me ves? ¿Te acabo de… atravesar? ¿Me puedes escuchar?” dije una pregunta
detrás de otra bastante nervioso. “Perdone, no le hago perder más el tiempo. Me
encuentro algo indispuesta, mejor me voy” dijo ella haciéndome una pequeña seña
para indicarme que la siguiera. Yo supuse que no me contestó nada porque estaba
ese hombre delante y pensó que lo mejor era hablar en un sitio más aislado,
para que no crean que está loca.
La
seguí en silencio un rato hasta que se paró en un callejón completamente vacío.
“¿Qué te pasa? ¿Por qué ese hombre no te veía? ¿Cómo me has atravesado? dijo
ella sin creerse lo que estaba pasando. “No lo sé. Desde esta mañana me han
estado pasando cosas así. Primero el señor al que le pedí la hora, luego la
estampida de señoras, las personas de la tienda… nadie me hacía caso, ni
siquiera me miraban. No lo entiendo” dije impresionado por lo que estaba
pasando. “Puede que estés… muerto” contestó seria. “¡¿Qué?! ¿Cómo voy a estar
muerto? Si estuviera muerto lo recordaría, ¿no?” respondí. “No tiene por qué…
Me gusta mucho el tema de la vida después de la muerte y tal… Leí que alguien
que muere de una forma traumática, dejándose algo importante por hacer, olvida
todo acerca de su muerte y piensa que está vivo. Además…” dijo, quedándose
callada de repente. “¿…Qué? ¿Además qué?” dije con curiosidad. “…Se quedan
unidos a alguien con mucha relación a su muerte” respondió sorprendida. “No sé
qué pensar… Quizá sea la explicación más “lógica”, dentro de lo que cabe,
claro. Pero… ¿y ahora que haré? No puedo tocar nada. No puedo volver a mi casa”
dije. “No lo sé… Debería ayudarte, ¿no? Ya sabes, solo yo puedo verte. Vente a
mi casa y ahí hablamos todo más tranquilamente, venga” terminó ella.
La
volvía seguir hacia lo que se suponía
que era su casa. Cuando por fin nos paramos y ella sacó sus llaves, me di
cuenta de que era mi edificio. “Wow, que extraño que viva a quí y nunca la haya
visto. Conozco a todos los vecinos. Desde los canis de arriba que ponen
reggaetón a las 3 a.m., hasta la señora mayor de abajo que siempre se está
quejando por todo” pensé. Ella abrió la puerta y la sujetó para que entrara.
“Espera un momento… Ni siquiera sé su nombre… Me estoy metiendo en casa de una
desconocida… Qué bien. Por lo menos sé que no me puede matar” pensé riéndome
por esto último. “¿De qué te ries?” dijo ella mirándome extrañada mientras
entrábamos al ascensor. “Estaba pensando que ni siquiera sé tu nombre” dije
fijándome en que había marcado el número 3… mi piso. “Me llamo Haizea. Sí, sé
que es raro” dijo ella. El ascensor ya estaba abriéndose. Volvió a sacar las
llaves y abrió la puerta que estaba al lado de la mía. “Yo me llamo Imanol. Sí,
yo también sé que es raro. Oye, una pregunta, ¿cómo es que viviendo al lado
nunca te había visto?” dije entrado a su apartamento. “¿Qué? ¿Cómo que viviendo
al lado? A mí una vecina me contó que…” comenzó a decir ella, quedándose parada
en el umbral de la puerta. “…me dijo que ahí…” señaló mi puerta “… vivía un
chico alto de pelo negro, pero que un día hace diez años desapareció… Todos lo
dieron por muerto, aunque no encontraron ningún cadáver”. Me quedé con la boca
abierta. “P-pero… está el cani de arriba, la señora de abajo… Ellos te pueden
decir que yo sí que vivo aquí” dije totalmente desesperado. “Esa señora murió,
y el “cani” se mudó hace meses” dijo ella con seguridad. “No me lo creo… ¿Y por
qué vuelvo ahora? No entiendo nada” dije, aceptando lo que me estaba pasando.
“Yo tampoco, pero te ayudaré a descubrir quién te mató para que puedas irte en
paz a donde sea que se vayan los muertos, palabra de pelirroja. Aunque eso
mañana, hoy han sido demasiadas emociones ya. Tengo una habitación de
invitados… ¿Los muertos duermen?” dijo ella pensativa, a lo que yo reí. “No lo
sé, supongo que eso lo descubriremos hoy”.
Y ya que en este tema hemos dado las lenguas de España, os paso una canción llamada también Haizea, que está en castellano y en euskera:
https://www.youtube.com/watch?v=8NZE_rGtI5A
Y ya que en este tema hemos dado las lenguas de España, os paso una canción llamada también Haizea, que está en castellano y en euskera:
https://www.youtube.com/watch?v=8NZE_rGtI5A
¡Suerte y ánimo de mi parte y de la de Irene a los concursantes de la semana que viene!