divendres, 23 de setembre del 2016

Relatos en cadena

En 3ºESO dejamos atrás el concurso de microrrelatos para iniciar este año un concurso de relatos en cadena. Esta semana hemos empezado con el planteamiento de nuestra historia, que tenía que empezar con "Todo empezó el día en que decidí ir a comprar el pan a una panadería nueva y muy vistosa que acababa de abrir en mi barrio". La próxima semana votaremos el mejor nudo de la historia y la siguiente el mejor desenlace. Así, cada tres semanas tendremos una historia completa en cadena.

La ganadora de esta semana ha sido Irene Altamirano, con un estupendo arranque para nuestra historia que, a pesar de ser largo, nos ha mantenido a tod@s en vilo hasta el final. Buen trabajo, Irene. ¡Enhorabuena también a los demás concursantes porque todas las historias han sido muy buenas! 



Haizea

Todo empezó el día que decidí ir a comprar el pan a una panadería nueva y muy vistosa que acababa de abrir en mi barrio.

Iba paseando tranquilamente, como hacía de costumbre todas las tardes. Fui a mirar la hora en mi móvil cuando me di cuenta de que no lo llevaba. Suspiré y me acerqué a un señor que iba caminando con algo de prisa. “Perdone, señor, ¿me puede decir la hora?”, le dije colocándome a su lado. Él, simplemente, pasó de mí, no me dirigió ni una simple mirada. “¡Qué modales!”, solté hablándome a mí mismo.

Seguí paseando por las calles cuando me di cuenta de que donde antes estaba situada una tienda de ropa –no muy exitosa, por cierto- había una panadería con las puertas abiertas de par en par y con un gran cartel que ponía en mayúsculas “INAUGURACIÓN”. La fachada era toda con cristaleras, por lo que se veía por dentro que era bastante grande y con el espacio bien distribuido. También se veían entretenimientos como una televisión o incluso recreativas. Me llamó mucho la atención, así que decidí acercarme a comprar alguna cosa que se me antojara.

Cuando estaba entrado, justo salía un grupo enorme de señoras que, si no me llego a apartar a tiempo, me llevan por delante. “Wow, ¿pero qué le pasa a todo el mundo conmigo hoy?”, pensé.

Después de la estampida, quedaron dos personas dentro. El primero, y al que estaba atendiendo el panadero del mostrador, era un chico moreno y alto, aunque puede que eso de alto no tanto, ya que llevaba una gorra que parecía que le levitaba encima de la cabeza. Aparte de la gorra –de los Yankees, por cierto- llevaba una camiseta de baloncesto y unos pantalones que parecía que en cualquier momento se le iban a ir al suelo. Detrás de este, había una señora que parecía tener 60 años. Tenía la cara arrugada y llevaba un vestido con unas sandalias. “¿Quién es el último?” pregunté acercándome hacia la señora. Me ignoraron completamente. “¿Por qué nadie me hace caso?” pensé en voz alta. Ni me miraron. Ignoré el hecho de que no me hacían caso y simplemente me quedé detrás de la señora a esperar a que fuera mi turno.

Después de un buen rato, por fin me tocaba a mí. “Buenos días, ¿me da un par de ensaimadas?” dije con brillo en los ojos, tenían muy buena pinta. “¡Siguiente!” dijo el chico que estaba atendiendo. Me giré y vi a una chica no muy alta, con el pelo pelirrojo natural y muy rizado, ojos azules bastante grandes y vestida con lo que parecía un pijama. Tenía cara de cansada. “Perdone, señor, pero va él delante de mí”, dijo ella refiriéndose a mí. “¿Qué dices, niña? Aquí dentro solo estamos tú y yo” le contestó él, algo extrañado. Le intenté tocar el hombro a esa chica. La atravesé. Mi cara en ese instante fue un cuadro, aunque la suya era aun peor. Mientras, el dependiente miraba a la chica con una mueca. “¿Tú me ves? ¿Te acabo de… atravesar? ¿Me puedes escuchar?” dije una pregunta detrás de otra bastante nervioso. “Perdone, no le hago perder más el tiempo. Me encuentro algo indispuesta, mejor me voy” dijo ella haciéndome una pequeña seña para indicarme que la siguiera. Yo supuse que no me contestó nada porque estaba ese hombre delante y pensó que lo mejor era hablar en un sitio más aislado, para que no crean que está loca.

La seguí en silencio un rato hasta que se paró en un callejón completamente vacío. “¿Qué te pasa? ¿Por qué ese hombre no te veía? ¿Cómo me has atravesado? dijo ella sin creerse lo que estaba pasando. “No lo sé. Desde esta mañana me han estado pasando cosas así. Primero el señor al que le pedí la hora, luego la estampida de señoras, las personas de la tienda… nadie me hacía caso, ni siquiera me miraban. No lo entiendo” dije impresionado por lo que estaba pasando. “Puede que estés… muerto” contestó seria. “¡¿Qué?! ¿Cómo voy a estar muerto? Si estuviera muerto lo recordaría, ¿no?” respondí. “No tiene por qué… Me gusta mucho el tema de la vida después de la muerte y tal… Leí que alguien que muere de una forma traumática, dejándose algo importante por hacer, olvida todo acerca de su muerte y piensa que está vivo. Además…” dijo, quedándose callada de repente. “¿…Qué? ¿Además qué?” dije con curiosidad. “…Se quedan unidos a alguien con mucha relación a su muerte” respondió sorprendida. “No sé qué pensar… Quizá sea la explicación más “lógica”, dentro de lo que cabe, claro. Pero… ¿y ahora que haré? No puedo tocar nada. No puedo volver a mi casa” dije. “No lo sé… Debería ayudarte, ¿no? Ya sabes, solo yo puedo verte. Vente a mi casa y ahí hablamos todo más tranquilamente, venga” terminó ella.

La volvía  seguir hacia lo que se suponía que era su casa. Cuando por fin nos paramos y ella sacó sus llaves, me di cuenta de que era mi edificio. “Wow, que extraño que viva a quí y nunca la haya visto. Conozco a todos los vecinos. Desde los canis de arriba que ponen reggaetón a las 3 a.m., hasta la señora mayor de abajo que siempre se está quejando por todo” pensé. Ella abrió la puerta y la sujetó para que entrara. “Espera un momento… Ni siquiera sé su nombre… Me estoy metiendo en casa de una desconocida… Qué bien. Por lo menos sé que no me puede matar” pensé riéndome por esto último. “¿De qué te ries?” dijo ella mirándome extrañada mientras entrábamos al ascensor. “Estaba pensando que ni siquiera sé tu nombre” dije fijándome en que había marcado el número 3… mi piso. “Me llamo Haizea. Sí, sé que es raro” dijo ella. El ascensor ya estaba abriéndose. Volvió a sacar las llaves y abrió la puerta que estaba al lado de la mía. “Yo me llamo Imanol. Sí, yo también sé que es raro. Oye, una pregunta, ¿cómo es que viviendo al lado nunca te había visto?” dije entrado a su apartamento. “¿Qué? ¿Cómo que viviendo al lado? A mí una vecina me contó que…” comenzó a decir ella, quedándose parada en el umbral de la puerta. “…me dijo que ahí…” señaló mi puerta “… vivía un chico alto de pelo negro, pero que un día hace diez años desapareció… Todos lo dieron por muerto, aunque no encontraron ningún cadáver”. Me quedé con la boca abierta. “P-pero… está el cani de arriba, la señora de abajo… Ellos te pueden decir que yo sí que vivo aquí” dije totalmente desesperado. “Esa señora murió, y el “cani” se mudó hace meses” dijo ella con seguridad. “No me lo creo… ¿Y por qué vuelvo ahora? No entiendo nada” dije, aceptando lo que me estaba pasando. “Yo tampoco, pero te ayudaré a descubrir quién te mató para que puedas irte en paz a donde sea que se vayan los muertos, palabra de pelirroja. Aunque eso mañana, hoy han sido demasiadas emociones ya. Tengo una habitación de invitados… ¿Los muertos duermen?” dijo ella pensativa, a lo que yo reí. “No lo sé, supongo que eso lo descubriremos hoy”. 


Y ya que en este tema hemos dado las lenguas de España, os paso una canción llamada también Haizea, que está en castellano y en euskera:
https://www.youtube.com/watch?v=8NZE_rGtI5A


¡Suerte y ánimo de mi parte y de la de Irene a los concursantes de la semana que viene!

diumenge, 18 de setembre del 2016

Benvinguda curs 2016-17

Benvingudes i benvinguts!

Ja estem ací un any més amb un nou curs i nou repte per davant. Poques coses donen més força per començar que un bon poema així que obrim aquest curs amb Walt Whitman.

Carpe diem

¡Carpe Diem! Aprovecha el día,
No dejes que termine sin haber crecido un poco,
sin haber sido un poco más feliz,
sin haber alimentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie
te quite el derecho de
expresarte que es casi un deber.

No abandones tus ansias de hacer de tu vida
algo extraordinario…

No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía
sí pueden cambiar el mundo…

Somos seres, humanos, llenos de pasión.
La vida es desierto y también es oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos convierte en
protagonistas de nuestra propia historia…
Pero no dejes nunca de soñar,
porque sólo a través de sus sueños
puede ser libre el hombre.

No caigas en el peor error, el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.

No te resignes…
No traiciones tus creencias. Todos necesitamos
aceptación, pero no podemos remar en
contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.

Disfruta el pánico que provoca tener
la vida por delante…
Vívela intensamente,
sin mediocridades.
Piensa que en ti está el futuro y en
enfrentar tu tarea con orgullo, impulso
y sin miedo.

Aprende de quienes pueden enseñarte…
No permitas que la vida
te pase por encima
sin que la vivas…