"Todos llegamos a casa sanos y salvos después de esa mañana horrible. Diez horas antes, mi padre, mi madre, mi hermana y yo estábamos pasando una de esas mañanas en familia que al principio son aburridas pero después te gustan. Estábamos todos juntos almorzando en un bar por el centro de Madrid, después fuimos al centro comercial: compramos ropa, comimos chuches y montamos en uno de esos coches eléctricos para mi hermana.
De repente un hombre
se puso en medio de la planta y enseñó un cinturón de explosivos.
Él dijo que todos nos tumbásemos boca abajo en el suelo o haría
explotar la bomba y nos mataría a todos. Mi hermana pequeña estaba
llorando por el miedo que estaba pasando durante ese preciso momento,
el hombre dijo que se callara o mataría a mi madre. Después dijo
que le pasáramos un teléfono móvil. Llamó a la policía para que
le pusieran en contacto con el presidente español. La policía no
quería, decían que si no le explicaba el motivo no haría nada. Les
explicó lo que pasaba de muy malas formas y en diez minutos estaba
hablando con el presidente para negociar un precio para que no matase
a las personas que estábamos ahí.
El presidente decía
que le podía dar 100.000 euros para que liberara a todas las
personas que estábamos allí en ese momento, él decía que si no le
daba 200.000 euros, el centro comercial junto con todas las personas
que había dentro, incluida mi familia, saldría por los aires.
Estuvieron un buen rato discutiendo y debatiendo de malas formas el
precio. El hombre dijo que si en dos horas el dinero no estaba en la
puerta B activaría la bomba y nos mataría a todos.
Hubo una pausa con
un silencio que no había oído nunca, hasta que oí las sirenas de
la policía y las fuerzas especiales de Madrid, él colgó y rebotó
el teléfono contra el suelo.
Durante esas dos
horas todo el mundo lo pasó muy mal, sobre todo mi hermana de dos
años. Después de una hora y cincuenta minutos, se oyó la voz de un
policía diciendo por un megáfono que el dinero estaba ya en la
puerta B. Él se asomó con la cara tapada para comprobar si estaba
de verdad. Salió con un rehén, mi madre, que lloraba una
barbaridad, en ese momento todos nos echamos a llorar, sabíamos que
estaba acabando todo. El hombre soltó a mi madre y echó a correr.
Un coche lo esperaba y se fueron. La policía entró en el centro
comercial.
Nos enteramos de que
al hombre lo habían pillado saliendo de Madrid. Al llegar a casa,
estaba mi familia esperándonos: abuelos, tíos y primos. Después de
ese día todos mis miedos desaparecieron."
La próxima semana, que ya será la última, los relatos tendrán que empezar con "Después de ese día todos mis miedos desaparecieron". ¡Suerte!
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